I
La primera vez
que siempre existe
tomaste mi mano.
No encontré‚ otro puerto
que el firme amarre de tus dedos
ni otro escape
que seguirte entre transeúntes
ignorantes de tu rapto.
Me llevaste a las nubes
en un vuelo sin escalas
un domingo de junio
vacío de nostalgias.
La primera vez
que siempre existe
el infinito
que no tiene ayer
ni mañana
dejó caer el silencio
en tu mirada.
II
Tu boca
en mi piel
en mi boca
se derrama
como la sangre
en mis venas
cuando me arrastras
al oculto placer
donde Espacio - Tiempo - Cuerpos
confunden y desbordan
como tú
intrépido jinete
que con gritos de terciopelo
sobre mis sentidos galopas.
Buenos Aires septiembre 1992
Ilustración : Gustav Klimt
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