jueves, 28 de febrero de 2008
Al filo de la medianoche...
los ojos brillaron como azules
cuentas de vidrio.
Sobre el empedrado
el aire era pegajoso
Entonces apareció en medio de la luna
un ángel sin alas y con los pies peludos
bailando al ritmo ( de quien sabe que misteriosa melodía)
mis manos (dormidas)
comenzaron a cantar.
Desde la ventana vi como los ojos
escapaban hacia la luna (no me dio tiempo a
llamarlos)
para incrustarse en aquel hombrecillo de ribetes
(blancos y negros y los pies peludos),
a horcajadas de las nubes
Una hoja se estremeció
cayó sobre la palma de mi mano
(verde lágrima perdida).
A nadie importa.
diciembre 1994, México
Pintura: Max Ernest, la luna
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